3 de abril de 2009

Raúl

Vino en enero de 1999 a Córdoba y arreglé todo con el padre de una amiga que lo conocía para ir a verlo. Lo escuché dar un discurso en un acto político en Carlos Paz. Lo quise saludar al final y no pude por la cantidad de personas que se acercaron a besarlo. Su imagen despertó siempre admiración para las personas que lo rodean.

Para mi fue importante. Mi adolescencia se desarrolló en pleno apogeo menemismo, lleno de ideales y buscando una ideología política, la imagen de Raúl Alfonsín era lo mas parecido a lo que buscaba. No tenía como recuerdo los saqueos que lo precipitaron a entregar el poder el día que cumplí 9 años.

Siempre fue para mí el primer presidente democrático. No el padre de la democracia como titularon todos los diarios de la Argentina, sino el que representó el regreso a la misma. Fue para mí el que con aciertos y errores se animó a juzgar a los militares genocidas. Pero creo que lo mas despertaba ilusión en mí era que fue el último de los políticos que llenaba la Plaza de Mayo de personas que creían en la política como una manera de cambiar la realidad. Luego vendrían los años de desencanto con la clase dirigente, del puntero político y de los actos llenos por personas que van "por el pancho y la coca".

Por eso haber compartido una cena con Alfonsín después de ese acto fue muy emotivo. Habló toda la cena y las cinco personas que estábamos en la mesa solo lo escuchamos. Su oratoria era increíble. Habló de todo esa noche: contó como eran los actos políticos en su adolescencia, como fue la noche del copamiento de La Tablada y comentó con mucha angustia como la crisis económica no le permitió terminar con su gobierno.

Hoy 10 años después de aquella noche pienso como Caparrós que "debe ser duro haber sido Alfonsín. Debe ser raro saber que uno llegó a donde nadie, y que allí, no pudo dar los pasos decisivos; deber ser raro, tan cerca de la muerte recordarlo".