3 de enero de 2007

No a los papelones


El documental "No a los papelones" fue realizado por el argentino Eduardo Montes Bradley sobre los cortes de ruta que están llevando a cabo los asambleístas de Gualeguaychú por la instalación de las papeleras.

En los adelantos que ya están (por supuesto) en you tube, el autor empieza con una mirada inusual de los argentinos a ellos mismos y por supuesto a la manera en que se ven los cortes, que no estamos acostumbrados:

“Hace más de dos años que un puñado de idiotas decidió cortar la frontera entre Argentina y Uruguay en nombre de vaya uno a saber qué estímulo paranoico pseudoambientalista. Si no son los yanquis que se quieren robar el agua o los judíos que se quieren robar la Patagonia; o los brasileños, las cataratas; o los chilenos, la Cordillera. Para los argentinos siempre es el otro: son los chinos pijoteros, los paraguayos que no quieren laburar, los piratas de la reina o los uruguayos contaminadores. Siempre es el otro.”

No es la primera información crítica que se publica respecto a la instalación de la papelera Botnia. El viernes 22 de diciembre la revista Newsweek publicó una nota donde cuenta que las chimeneas de las papeleras, icono de la lucha ambiental, según Bradley “la representación simbólica de los temores está en la chimenea de Botnia del mismo modo en que Bin Laden y los pastores afganos la depositaron en las Torres Gemelas”, fueron construidas por una empresa argentina. Otra hipocresía con la que los argentinos tratamos ciertos "temas nacionales".

"La película se estrenará en Uruguay el 12 de enero, pero en la Argentina, nadie se anima a exhibirla por considerarla políticamente contraria a la mayoría de la opinión pública (esa que pone calcomanías en su auto “No a las papeleras”) y la postura del gobierno de Kirchner", dijo Montes Bradley.

Para el estreno falta, pero el escándalo ya está a la luz.


Más sobre el documental en Eblog y 100 volando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

“Un hartazgo exasperado, liberador, que permite decir exactamente lo que se piensa, sin las intermediaciones represivas de la conveniencia o de la sociabilidad. El gran simulador es una enorme, ruidosísima puteada contra la estupidez. En la previsible oleada de críticas que se desató cuando se supo (o se imaginó) el contenido de la película, muchos calificaron a Montes-Bradley como un mero provocador. Y eso es justamente lo que es: el provocador que necesitábamos, el que nos dijera lo que a veces pensamos y nadie se atreve a decir.” Gustavo Noriega, El Amante, Buenos Aires

La película es un gran teatro del ansurdo llevado por un personaje volcado al dadaísmo que obliga a reflexionar sobre nuestras propias lenguas culturales. La irreverenccia de Montes-Bradley es un llamado a la discusión donde haya menos enojos y más reflexión. Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional. Buenos Aires.

“El filme de Montes Bradley es una sátira, una humorada a risa franca; una farsa hecha y derecha; una comedia cinematográfica concebida como una oposición dialéctica; una mirada lúdica, impiadosa, arrojada, quizás valiente, quizás frívola, o al menos despreocupada pero siempre divertida o más bien festejante, a una intransigencia colectiva que la puesta en escena transforma en estupidez consuetudinaria. Un desenmascaramiento del peronismo rural y urbano desde la vereda de enfrente, que no queda en la orilla oriental del río Uruguay. Un arrojo humorístico políticamente más cercano a una rediviva y antipopulista revisión del Cándido de Voltaire que a cualquier tratado (anti)marxista.” Ronald Melzer, Brecha, Montevideo.

“El espectador sale remachadamente convencido de que los perseverantes ecologistas piqueteros sufren de algo parecido a un retraso mental que les impide disceir claramente entre un poquito de olor a huevo podrido y una hecatombe ambiental. Véala y comprobará que identificar a los estúpidos en la película de Montes-Bradley es mucho más fácil que en la vida real.” Natalia Uval, La diaria, Montevideo.

Montes-Bradley no es un fantasma recorriendo Occidente, pero tanta es la estupidez y la ceguera reinante, tanta la intolerancia a que a nuestras causas justas aparezca alguien que se oponga, que desde el vamos, sin que nadie sepa de qué habla, se convirtió, de un día para otro, en objeto de escaio público por parte de los asambleístas de Gualeguaychú, poniendo en evidencia la estupidez que el mismo Montes-Bradley denuncia en su documental. Guliiermo Piro. Perfil. Buenos Aires.

En la tradición de las Vidas de muertos de Ignacio B. Anzoátegui, Montes-Bradley es abiertamente escandalizador y recorre ese género infrecuente que podría clasificarse en una acción única: patear el tablero Julián Gorodicher. Página/12. Buenos Aires.

Con toques de humor e ironía, la película aporta una lectura distendida y enérgica del conflicto, que no se ha visto en los medios de cominicación Laura Gandolfo. Búsqueda. Montevideo.

Se carga de ironías y plantea hipótesis que son de absurdo puro, pero que en su devenir se convierten en materia de choque para obligar a repensar una situación que nadie puede aceptar por racional. La película ha sacado su mejor partido a un proceso presente para convertirse en un valioso ensayo Henry Segura. El País. Montevideo.